Transcripción:
Papa en nueve días
Es curiosa la fascinación por lo que no se entiende.
Florestán.
Ciudad del Vaticano. El miércoles de la semana que viene iniciará el cónclave, del que surgirá el sucesor del papa Francisco.
En lo personal, será el quinto que como reportero me tocará cubrir e informar, lo que para mí ha sido un privilegio.
El primero fue del 25 al 26 de agosto de 1978, cuando, tras el fallecimiento de Paulo VI el 6 de agosto, se eligió a Juan Pablo I.
A su inesperada muerte, 33 días después, el 28 de septiembre, se llamó a cónclave el 14 de octubre, cuando fue electo el primer papa no italiano, Juan Pablo II, que tuvo el segundo pontificado más largo de la historia; murió el 2 de abril de 2005 y se emplazó a cónclave el 18 de abril, eligiendo al día siguiente al cardenal alemán Joseph Ratzinger, hasta entonces prefecto de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe, que cambió de nombre el 7 de diciembre de 1965 por decisión de Paulo VI, dejando atrás el de Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, con su historia de terror.
El 3 de febrero de 2013, Benedicto XVI anunció su renuncia de manera sorpresiva; el referente era Gregorio XII, quien abdicó el 4 de junio de 1415, en pleno cisma de la Iglesia. La hizo efectiva el 30 de aquel mismo mes y se convocó a cónclave el 18 de abril, de donde salió papa el argentino Jorge Bergoglio, Francisco, quien en su primera aparición dijo que habían traído a un obispo de Roma desde el fin del mundo.
El lunes de la semana pasada falleció Francisco y ayer, en la quinta congregación de cardenales, se llamó a cónclave a partir del próximo miércoles 7, cuando 134 cardenales electores elegirán al sucesor 267 de Pedro.
¿Quién será? Nadie serio puede adelantarlo, a pesar del juego en el que muchos, vaticanistas incluidos, caen.
Nadie pudo prever que, tras la muerte de Pío XII, en octubre de 1958, le sucediera Juan XXIII, el patriarca de Venecia, y menos aún que, a su muerte, lo relevase Paulo VI, arzobispo de Milán, una sede cardenalicia papable, y que siguiera adelante con el Concilio Vaticano II iniciado por su antecesor y que lo llevara a buen fin. Y ni hablar de que, en agosto de 1978, los electores trajeran a otro patriarca de Venecia, muerto a los 33 días, siendo el primer papa que falleció en la soledad de su sueño.
Y ya no se diga que a este brevísimo pontificado lo siguiera el del primer papa no italiano desde Adriano, en 1522, y que fuera de la Polonia perseguida.
A la muerte de este, en abril de 2005, eligieron a otro no italiano, Ratzinger. Y que, a pesar de la imposibilidad documentada de adelantar el nombre de un nuevo papa, aún haya quienes insistan en este juego frívolo, donde todo es perder y nada ganar.
Pero es la condición humana.
Quizá el jueves o viernes de la semana que viene sepamos qué cardenal saldrá al balcón con su hábito blanco, tras el anuncio de habemus papam.
Nos vemos mañana, pero en privado.