Resumen:
Cada que inventan una calumnia, una mentira o un ataque al presidente Andrés Manuel López Obrador, hay odio de por medio, dinero invertido e intereses definidos que buscan restarle credibilidad y minar su autoridad política y moral.
Transcripción:
Cada que inventan una calumnia, una mentira o un ataque al presidente Andrés Manuel López Obrador, hay odio de por medio, dinero invertido e intereses definidos que buscan restarle credibilidad y minar su autoridad política y moral.
Durante varias décadas han intentado combatir a AMLO de esa manera, no ha sido con debate político, argumentos o ideas; sus adversarios no han podido negar que su diagnóstico de país es acertado, incluso después de 2018 los partidos del viejo régimen afirmaban que la mayoría de la población había votado por sus propuestas y por un rechazo al proyecto neoliberal.
A pesar de las dificultades, AMLO ganó en la arena política con acción política, ideas y planteando su diagnóstico de los males que aquejaban al país, de la mano de un proyecto alternativo de nación, convenciendo a la ciudadanía de que sí había una salida; el triunfo del 2018 fue cívico, democrático y programático, pero también se ganó contundente en el debate político, pues hasta la fecha nadie ha salido a defender al neoliberalismo y sus efectos.
Cuando AMLO fue jefe de Gobierno en la Ciudad de México, varias de las acciones de gobierno de ese entonces, que hoy disfrutamos los capitalinos, fueron cuestionados como las peores de las ideas —así como ahora sin argumentos se demerita el Tren Maya, el nuevo aeropuerto, el Transístmico o la refinería Dos Bocas—.
Cuando lo que él ha llamado la mafia del poder se dio cuenta de sus altas posibilidades como aspirante presidencial, le quitaron el fuero por haber desacatado un amparo que impedía abrir la única calle para comunicar un hospital e intentaron meterlo a la cárcel para sacarlo de la contienda electoral. La movilización de miles de personas detuvo ese intento desesperado.
En 2006, cámaras empresariales, grandes representantes del poder económico y la élite política, le apostaron a la guerra sucia advirtiendo que López Obrador era “un peligro para México”, pero tampoco pudieron, sólo con un fraude electoral impidieron que fuera presidente constitucional. En 2012, los principales medios de comunicación y el dinero impusieron a un presidente; maquillaron la figura de Peña Nieto y orquestaron un gran fraude electoral a través de las tarjetas Monex y la más grande compra de votos.
Para miles de mexicanas y mexicanos es claro que nuestra lucha por un mejor país es una lucha contra quienes se creen dueños de México: la mafia política, el poder económico y sus diversas manifestaciones en la academia, en los medios y hasta en el pensamiento conservador de un sector de la sociedad.
AMLO es un hombre honesto, incluso sus adversarios más duros lo han reconocido durante toda su trayectoria. Además, si miramos la historia del tabasqueño, es un político consecuente y ha logrado una admirable congruencia entre lo que piensa, dice y hace. Por su persistencia, sobre todo por la constancia aun en los peores momentos, se le ha acusado de necio y testarudo.
Su lucha contra la mafia del poder ha sido frontal y constante, AMLO sigue siendo el mismo, sus adversarios también, así que nadie se asuste que ahora que es Presidente de México, siga ubicando a sus adversarios y abonando al debate público para hacerlos visibles, porque han operado desde las sombras.
Hay que mirar con mucha claridad que una es la acción de gobierno: democrática, sin sesgos, republicana, para todas y para todos; y otro es el debate político que todos los días provoca. En su fin como transformador, no sólo está cimentando una nación distinta, sino además, sabe que con las simpatías que tiene, puede abonar a seguir revolucionando conciencias. Sus adversarios también lo saben, por eso quieren restarle credibilidad para que deje de ser acompañado y gane la mentira y el temor.
Los detractores del Presidente no han puesto ideas sobre la mesa, no hay argumentos que cuestionen su acción de gobierno, mucho menos un proyecto de país; más bien están preocupados porque en la larga batalla en la que lo han enfrentado, no han podido evitar que sean millones quienes le acompañen. Hoy más que nunca es claro, si no han podido antes, ¿por qué ahora? AMLO no está solo.