Honestidad y Justicia


Resumen:

La admisión o el rechazo de Yunes en Morena será el ensayo de su irrevocable porvenir.

Transcripción:

La admisión o el rechazo de Yunes en Morena será el ensayo de su irrevocable porvenir. ¿Unidad o ideas? ¿Eficacia o principios?

Honestidad y Justicia
Político a merced de su sola conveniencia, Miguel Ángel Yunes Márquez ha cruzado el umbral. El expanista -heredero y hermano del pecado- ha sido purificado. Su credencial de Morena lo prueba: Protagonista del Cambio Verdadero.

La causa de lo causado anida en las sombras: ¿será la ceguera de Adán Augusto?, ¿un partido hambriento de millones?, ¿el infinito regusto de la victoria?, ¿el miedo a una elección judicial enclenque?, ¿el pánico a las municipales veracruzanas? Tirios y troyanos ladean la cabeza.

El espaldarazo desató la cruzada. Y no porque el jarocho sea el primer diablo en trepar al heterogéneo partido, sino porque -a diferencia de lo que ocurrió con el cacique de la alcaldía Cuauhtémoc o el exgobernador morelense- la nueva adhesión no implicó trueque, ganancia o consuelo. Ni una pizca para endulzar al sapo, ni algo que ayudara a sobrellevar el duelo.

Fue entonces cuando la gobernadora veracruzana y su séquito cerraron filas. ¡No pasarán! Las acusaciones contra Yunes llegaron a la sede del partido escoltadas por diputados y el Comité Estatal de los guindas: corrupción, lavado de dinero, falsificación de documentos. Nada nuevo: la vieja historia de repetido apellido.

Por eso, la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena ha iniciado un proceso para decidir el destino del recién llegado. ¿Cabe en Morena? ¿Cumple con los principios de la Transformación? Lo evaluarán. Porque, aunque Fernández Noroña insista en que la gente se define en las coyunturas -aludiendo al voto 86 por la reforma judicial que el primero ayudó a naufragar-, los estatutos del partido imperan: podrán afiliarse a Morena quienes compartan sus principios, valores y formas pacíficas de lucha.

Mientras tanto, Yunes Márquez vive un déjà vu. En noviembre, la Comisión de Orden y Disciplina de su partido inmediato anterior dejó sin techo a los dos: adiós al padre y adiós al hijo.

La Comisión de Honestidad y Justicia de Morena también ha estado aquí antes. La última vez, en el banquillo de los acusados sentó a Adela Ramos Juárez, la diputada que se rebeló contra los nuevos libros de texto y terminó exiliada del partido. Diez meses tardó su lento y predecible proceso. Será mejor esperar sentados.

No es el mecanismo lo que sorprende, sino el desdén: la indiferencia con que las altas esferas de Morena delegan a la Comisión -un ente herrumbrado, poblado por exintegrantes de la ayudantía del Tabasqueño y aliados de la joven Alcalde- la resolución de un asunto medular. Una cuestión de vida o muerte ha sido etiquetada como mero trámite. La piedra angular del partido atrincherada tras el artículo 129 de su reglamento.

Lo cierto es que, a partir de la resolución -y más si la Comisión realmente actúa de oficio, como afirma- podrá iniciar una buena cacería: una depuración de militantes para prescindir de ciertos pillos. Fundadores y advenedizos. Así, aunque Murat insista en que su militancia no corre peligro porque no existe un proceso formal en su contra, podría ponerse a sudar. Y qué decir de Lavalle, a quien la presidenta del partido señaló en diciembre como sujeto de revisión por parte de la Comisión. Desde entonces, solo el silencio avanza.

La admisión o el rechazo de Yunes a Morena será -no exagero- el ensayo de su irrevocable porvenir. ¿Optarán por la unidad o por las ideas? ¿Por la eficacia o por los principios? ¿Por ser brazo electoral o refugio de impunidad? Uno responde con su vida entera a las preguntas más importantes, dice Sándor Márai en El último encuentro. Es, para Morena, tiempo de responder.

Una decisión acertada evitará el cisma entre un partido y un movimiento que -con esfuerzo- marchan a la par. Una equivocada, en cambio, será fulminación: una grieta irreversible entre lo que alguna vez fue un solo cuerpo.

De ser así, por más que intenten lavarse las manos y delegar decisiones claves a órganos periféricos, a todos quedará claro quiénes fueron los sepultureros.

VANESSA ROMERO ROCHA