Transcripción:
A pesar de las buenas intenciones, la tortilla seguirá encareciéndose mientras no se ayude a los productores a aumentar su rendimiento.
Cero y van tres
Por supuesto que todos quisiéramos ver precios bajos y accesibles, sobre todo en los alimentos: no hay elemento en México más primario que la tortilla. La inflación ha elevado el precio de la canasta básica: es un impuesto oculto; por ello, es la PRINCIPAL función del Banco de México controlar el nivel de precios.
No criticamos la INTENCIÓN de la Presidenta Sheinbaum de bajar el precio de la tortilla, que dicen podría llegar hasta un 10 por ciento para el fin del sexenio. Cabe solo mencionar que su antecesor, el Cacique de Macuspana, intentó DOS VECES (Pacic y Pacic II) reducirlo. FRACASÓ y la razón resulta sumamente básica: no es función del Gobierno regular precios, sino sentar las bases para que se dé un sano equilibrio entre la oferta y la demanda.
Producción y eficiencia en la producción resultan en un entorno de precios bajos, pero el intervenir del Gobierno en un proceso que rigen los MERCADOS, a través de la Ley de Oferta y Demanda, no logra nada. Por eso fracasó el Tabasqueno y, tememos, fracasará el Plan anunciado por la Presidenta Sheinbaum y su alter ego en lo económico, Altagracia Gómez, quien ostenta un claro conflicto de INTERÉS, ya que ella es Directiva de "MINSA", una harinera y productora de tortilla.
Afirmaron en una conferencia que con este plan piensan eliminar al "intermediario" y que así, gradualmente, reducirán el precio de la tortilla. ¿Cuál intermediario? ¿El tortillero, el nixtamalero, el harinero, o acaso el productor de maíz? Analizado este proceso, no se puede conclucionar más que el principal eslabón que dicta el precio de la tortilla es el costo del maíz. Y, tristemente, el maíz mexicano es caro comparado con el producido en otros países, como Sudáfrica y el mismo Estados Unidos. ¿Por qué? Porque el Gobierno lo ha encarecido eliminando casi todos los programas de apoyo al productor que existían en sexenios anteriores.
A partir de la llegada del macuspano, el panorama agrícola en México se ha tornado desolador.
Adiós Financiera Rural, adiós apoyo para la compra de semilla; prohibición para el uso de ciertos insecticidas, cambios en el régimen fiscal que alentaban al agricultor. Sumen a esto sequía, falta de atención al campo, la intervención del crimen organizado que cobra piso y/o extorsiona, falta de maquinaria y tecnificación, y lo que tenemos es una producción baja por hectárea (excepto en Sonora) y un maíz con alto costo de producción por una cadena de obstáculos creados por el propio Gobierno.
Mientras no se ayude a los productores a incrementar su rendimiento y a producir a precios más bajos y competitivos a nivel internacional, la tortilla seguirá encareciéndose al mismo ritmo que la inflación, o más, pues en algunas comunidades el narcotráfico controla la venta de la tortilla; ellos son los que fijan el precio. No el Gobierno y ni siquiera los tortilleros mismos.
La inflación en los alimentos, la manera desmedida en que suben sus precios, un día el del aguacate, otro día el del limón, se debe a la falta de un verdadero programa agrícola efectivo, bien planeado y mejor ejecutado.
El embustero que habitó el sexenio pasado Palacio Nacional aseguró en varias ocasiones que México lograría la AUTOSUFICIENCIA alimentaria para el fin de su sexenio; y que no saben qué, no hay tal, mintió, como mintió con la gasolina a diez pesos y muchas cosas más que ni tiene caso mencionar, pues ahora estamos en otro sexenio, con los mismos problemas de antes, MÁS unos nuevos de la propia cosecha sheinbaumista.
Por supuesto que resultaría ideal que tuviéramos un entorno económico de baja inflación y precios alimentarios accesibles para toda la población, sobre todo para los sectores de menores ingresos. Tristemente, estos planes, estructurados para ser de impacto mediático, logran escaso efecto en la regulación de precios. Se centran en efectos, no en causas; desatienden la raíz de los problemas y se andan por las ramas creyendo que hacen mucho cuando en realidad no logran nada.
MANUEL J. JÁUREGUI