La energía como eje de poder y soberanía en la geopolítica global: El desafío de México


Resumen:

LA ENERGIA COMU EJE DE PODER Y SOBERANIA EN LA GEOPOLITICA GLOBAL: EL DESAFIO DE MEXICO a energía continúa siendo uno de los principales factores que definen las relaciones internacionales en el siglo XXI. Más allá de su función económica, los recursos energéticos se han convertido en instrumentos de poder, negociación y conflicto.

Transcripción:

LA ENERGIA COMU EJE DE PODER Y SOBERANIA EN LA GEOPOLITICA GLOBAL: EL DESAFIO DE MEXICO a energía continúa siendo uno de los principales factores que definen las relaciones internacionales en el siglo XXI. Más allá de su función económica, los recursos energéticos se han convertido en instrumentos de poder, negociación y conflicto. A medida que el mundo transita hacia fuentes limpias, la geopolítica energética se complejiza y genera nuevas tensiones entre países productores, consumidores y desarrolladores de tecnología.

La competencia por recursos como el petróleo, el gas natural O minerales estratégicos ha provocado, directa O indirectamente, conflictos y crisis a lo largo de la historia. Hoy, esta dinámica persiste. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), más del 80 % de la energía primaria mundial aún proviene de combustibles fósiles, lo que mantiene la dependencia y vulnerabilidad de muchos países ante factores externos, como conflictos armados, decisiones de la OPEP+ o desastres naturales.2 Un ejemplo reciente es la guerra en Ucrania, donde el suministro de gas ruso hacia Europa se convirtió en un arma geopolítica. Las sanciones y contrasanciones reconfiguraron el mercado global, provocando alzas de precios, la reactivación del carbón en Europa y una urgencia generalizada por diversificar las fuentes de energía.

FÁTIMA BARRERA Fundadora de FB Solutions 77 La conectividad, pilar fundamental para el desarrollo de la sociedad moderna, depende directamente de una infraestructura energética sólida. Sin un suministro constante, las redes de datos, plataformas digitales y tecnologías de comunicación se ven afectadas.

En este sentido, la energía no solo alimenta dispositivos cotidianos, sino que impulsa la infraestructura necesaria para garantizar la conectividad universal, lo cual favorece el progreso económico, la educación, la innovación y la inclusión social.

La transición hacia energías limpias ha generado una nueva competencia, ahora centrada en minerales como el litio, el cobalto y las tierras raras, esenciales para fabricar baterías, paneles solares y turbinas eólicas. China, por ejemplo, domina más del 70% del procesamiento mundial de litio y cerca del 90 % de algunos minerales raros, según el informe The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions (IEA, 2021).3 En este escenario, México busca consolidar una política energética centrada en la autosuficiencia y en el fortalecimiento de sus empresas estatales, particularmente Petróleos Mexicanos (PEMEX) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Elgobierno ha impulsado reformas que priorizan el despacho de energía generada por la CFE y limitan la participación privada en ciertas áreas.

Esta postura ha sido objeto de debate.

Mientras algunos sectores defienden la recuperación de la soberanía energética, otros advierten que podría desalentar la inversión extranjera y ralentizar el avance hacia una matriz energética más limpia y diversificada. De acuerdo con el Climatescope 2023 de BloombergNEF, México cayó al lugar 33 en el ranking de mercados atractivos para inversiones en energías limpias, cuando hace una década ocupaba posiciones más altas. 4 Por otro lado, el fenómeno del nearshoring -la relocalización de industrias hacia México por su cercanía con Estados Unidos- ha elevado la

Comunidad EH I Columna Invitada demanda energética en regiones como el norte del país, donde ya existen desafíos de capacidad y suministro. Esto obliga a plantear estrategias para expandir la infraestructura, modernizar redes y avanzar en una transición energética planificada.

En este contexto, México enfrenta una encrucijada energética compleja.

El reto no es solo técnico: también es comercial y fiscal. En el contexto del nearshoring, los aranceles y las reglas de origen establecidas por el T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) juegan un papel clave. Las industrias que buscan establecerse en México deben cumplir con ciertos porcentajes de contenido regional para acceder a beneficios arancelarios. Esto obliga a repensar las cadenas de valor desde su origen energético: ¿qué tan "limpia" o "regional" es la energía utilizada en los procesos productivos? En regiones con acceso limitado a fuentes renovables, los procesos productivos tienden a depender de fuentes más contaminantes. Además, la regionalidad de la energía también incide: en algunas zonas, los recursos locales como la energía solar o eólica pueden aprovecharse con eficiencia; en otras, la infraestructura disponible favorece aún el uso de fuentes fósiles. La transición hacia procesos sostenibles depende tanto de la capacidad de cada región para generar energía limpia como de las inversiones en infraestructura y políticas públicas orientadas a reducir la huella de carbono.

Estados Unidos ha comenzado a aplicar criterios ambientales y de contenido energético en sus políticas industriales como parte de su estrategia para fomentar una "manufactura verde". En este contexto, el origen y la huella de carbono de la energía mexicana podrían convertirse en factores clave para determinar la competitividad del país. En 2024, el Wilson Center advirtió que no atender estos aspectos podría limitar el potencial del nearshoring en México.5 Adicionalmente, los aranceles y políticas proteccionistas impulsadas por la administración estadounidense podrían afectar la viabilidad del modelo, incluso con la ventaja de la cercanía geográfica.

Consciente de la necesidad de reducir su dependencia de la producción asiática, Estados Unidos ha lanzado planes para reactivar su industria manufacturera, especialmente en estados como Michigan, cuna de la industria automotriz.6 Mediante incentivos fiscales y programas de inversión en infraestructura, el gobierno busca fortalecer la producción local, lo cual representa un riesgo para México, que se ha beneficiado del modelo de nearshoring al albergar fábricas de empresas estadounidenses y otras internacionales.

A pesar de los desafíos, el potencial de México como centro manufacturero sigue siendo alto, particularmente en sectores como la industria automotriz, electrónica y textil. No obstante, para que el nearshoring sea exitoso y no se diluya, el país deberá invertir en infraestructura, mejorar la capacitación laboral y mantener un entorno económico y regulatorio favorable. De no hacerlo, podría enfrentar una competencia más fuerte por parte de Estados Unidos, reduciendo el flujo de inversiones y el impacto positivo esperado.

El gobierno mexicano mantiene una política energética enfocada en la soberanía. A través del fortalecimiento de PEMEX y la CFE, busca garantizar el control estatal del sector, reducir las importaciones de gasolina y mantener tarifas eléctricas accesibles.7 Esta estrategia, sin embargo, ha generado tensiones con inversionistas y gobiernos extranjeros, quienes critican la falta de certidumbre regulatoria y la ralentización de los proyectos de energías limpias.

La consultora Wood Mackenzie ha señalado que México podría perder competitividad si no moderniza rápidamente su matriz energética y garantiza un suministro confiable para las nuevas industrias. Por su parte, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) ha subrayado la necesidad de una mayor apertura para lograr una expansión eficiente de la capacidad instalada y de las redes de transmisión.8 En este contexto, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha destacado el litio como recurso estratégico para el desarrollo energético tecnológico del país. La empresa estatal Litio para México (LitioMx) trabajará en conjunto con PEMEX para la exploración y explotación del mineral, aprovechando la experiencia de la petrolera en el sector energético.

y Además, LitioMx colabora con la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, dirigida por Rosaura Ruiz Gutiérrez, para desarrollar tecnologías sostenibles en la extracción del litio.

Esta sinergia busca fortalecer las capacidades científicas del país en el marco de la transición energética.

Sin embargo, especialistas advierten que la explotación del litio en México enfrenta retos significativos, como la necesidad de inversiones sustanciales, tecnologías especializadas y estudios ambientales rigurosos. La colaboración públicoprivada y una política industrial clara son esenciales para que el país no solo extraiga el mineral, sino que también participe en toda la cadena de valor: desde el procesamiento hasta la fabricación de baterías.

México se encuentra en una etapa temprana respecto al desarrollo de tecnologías de extracción de litio. Aunque posee importantes reservas especialmente en arcillas, como las de Sonora-, carece de tecnología propia a escala industrial.

Extraer litio de arcilla es más complejo y costoso que de salmueras, pues requiere procesos químicos especializados. Empresas como Bacanora Lithium (ahora parte de Ganfeng Lithium) han liderado esfuerzos en el país, pero aún no inician producción comercial.

Si bien México cuenta con instituciones educativas destacadas como el IPN, la UNAM y la UAM, la especialización en litio y tecnologías de baterías aún es incipiente. Aunque se han anunciado alianzas entre universidades, centros de investigación y el gobierno, todavía no se han consolidado programas robustos de formación técnica en este campo.

La administración actual está tomando medidas para integrar a México en la cadena global del litio, promoviendo la colaboración entre empresas estatales, instituciones científicas y socios privados con el objetivo de posicionar al país como actor relevante en el mercado de tecnologías limpias y movilidad eléctrica.

El mercado energético mundial se mueve en una dirección incierta. Mientras los precios siguen siendo volátiles, las tecnologías verdes avanzan a ritmos desiguales y las tensiones políticas redefinen alianzas y cadenas de suministro. En este entorno, México enfrenta el desafío de posicionarse como un país capaz de equilibrar seguridad energética, sostenibilidad y competitividad en los mercados emergentes.

La energía no solo es motor de desarrollo; también es instrumento de poder y palanca de competitividad. En un mundo interconectado, es crucial para la continuidad de los procesos productivos, la estabilidad de las infraestructuras digitales y la equidad en el acceso a servicios esenciales. Su disponibilidad - especialmente de fuentes limpias- es clave para enfrentar el cambio climático, mantener la independencia energética y fortalecer la resiliencia ante crisis globales.

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Mientras el mundo compite por liderar la transición verde y asegurar recursos estratégicos, países como México deben encontrar un equilibrio entre soberanía, apertura y sostenibilidad. Hoy, los aranceles, los tratados y la infraestructura eléctrica ya no son asuntos técnicos aislados: son piezas de un tablero geopolítico donde también se juega el futuro del nearshoring.

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