Transcripción:
Texto: Patricio Pérez
Foto: Isabel Briseño / Archivo Pie de Página
CIUDAD DE MÉXICO. Acusada de antisemitismo, Imgard Emmelhainz fue despedida tras proyectar filmes abordados desde la perspectiva palestina durante sus clases, después de 10 años como docente en la Universidad Centro: Cine y Televisión. En un ambiente polarizado y de creciente intolerancia, la libertad de expresión tambalea en cada pronunciamiento sobre el genocidio en Gaza.
Desde 2014, la profesora Emmelhainz ha incluido en sus clases películas como Los hijos de Arna, de Juliano Mer-Khamis (donde una mujer judía se casa con un hombre palestino y sufren las agresiones del ejército israelí), o Ruta 181, de Michel Khleifi y Eyal Sivan (documental que expone los puntos de vista de judíos y palestinos de a pie, cómo entienden y conciben a su pueblo y a las fronteras).
Su posicionamiento fue siempre claro, generando reacciones inmediatas: «El segundo semestre que di clases (otoño de 2014), un alumno se quejó de mí por mostrar películas desde la perspectiva palestina», recuerda Emmelhainz en el comunicado que publicó el 1 de julio tras su despido.
Aunque en aquel momento la dirección de la universidad defendió el derecho de la profesora a la libre cátedra, desde entonces Emmelhainz avisaba a sus estudiantes cuándo proyectaría películas de esta naturaleza y les daba la opción de no asistir si el tema les causaba conflicto. Además, ofrecía al alumnado la posibilidad de presentar material con otras versiones de los hechos.
Así, los años transcurrieron sin mayor complicación hasta los ataques del 7 de octubre de 2023. Desde entonces, el ambiente en los espacios universitarios se tornó tenso y crecientemente intolerante. Estudiantes de Emmelhainz presentaron quejas contra ella, tachándola de antisemita e incluso «woke»por los filmes que compartía. La tensión escaló cuando una estudiante «se puso extremadamente violenta en la clase y, al terminar, se acercó para aleccionarme sobre la "verdad"», según describe la profesora. Este hecho derivó en autocensura: «Su tono me intimidó, y en ese semestre no volví a mencionar el genocidio en curso».
Los semestres continuaron con una dinámica similar: Emmelhainz proyectaba películas sobre la ocupación palestina, y algunos estudiantes respondían con quejas ante el Comité de la universidad por sentirse agredidos, hasta que, finalmente, en 2025, la profesora fue separada de su cargo.
El Comité de CENTRO justificó el despido con un argumento burdo y claramente deshonesto, demostrando incapacidad para mediar conflictos, desinterés por establecer diálogos que escuchen a ambas partes y priorización de la comodidad de estudiantes afines al gobierno israelí. Sin embargo, es importante contextualizar: aunque el desenlace sugiere una sociedad intolerante y cercana a las narrativas genocidas de Israel, CENTRO es una universidad privada que atiende a un sector específico, incluyendo una minoría judía con posturas inflexibles. Pese a ser reducido, este grupo logró que el Comité despidiera a Emmelhainz para evitar «incomodidades», sin condenar el exterminio palestino.
Para ampliar el mapeo de opiniones, Pie de Página consultó a la profesora Teresa Rodríguez de la Vega (UNAM) y al doctor David Barkin (UAM), quienes abordan críticamente la ocupación israelí en sus clases. Al preguntarles si han enfrentado intolerancia, Barkin respondió:
«Realmente creo que hay gran simpatía por mi posición de repudio a la campaña de genocidio del Estado israelí [...] En el país hay una gran comprensión de la situación, y aunque hay grupos adinerados que apoyan a Israel mayormente por razones económicas, son una minoría muy reducida». Rodríguez coincidió:
«El estudiantado es el sector que ha sostenido las movilizaciones [...] Creo que es de los sectores más receptivos frente al tema».
Estas perspectivas se reflejan en las manifestaciones por Palestina en México: jóvenes encabezan marchas con indignación y sensibilidad ante el dolor palestino. Entonces, si la mayoría rechaza el sionismo, ¿por qué las voces intolerantes tienen más peso?
«Dentro de nuestras comunidades académicas hay un compromiso importante, incluso de intelectuales judíos en defensa de Palestina... pero hay otros sectores con mucho capital simbólico, parte del lobby académico que ha sido cómplice del genocidio», explica Rodríguez, citando la cooperación con instituciones israelíes. Sobre los avances, lamenta:
«Hemos logrado muy poco en que las universidades condenen firmemente o rompan lazos con Israel mientras continúe la ocupación».
Barkin añade que, aunque no ha sido censurado, las autoridades evitan pronunciarse, lo que refleja un problema mayor: «La neutralidad puede devenir en complicidad». Rodríguez coincide:
«Las autoridades universitarias son complacientes con cúpulas académicas minoritarias que apoyan a Israel, y hoy eso es apoyar el genocidio».
La comunidad universitaria se mantiene firme contra la ocupación, pero son las esferas de poder las que toman decisiones institucionales. Colectivos como Académicos con Palestina y contra el Genocidiohan sido clave en la movilización, evidenciando que el rechazo al genocidio surge desde la base social, mientras las élites lo toleran.
Finalmente, el caricaturista Chelo (El Universal), crítico del régimen israelí, comparte una anécdota reveladora: «Grupos judíos han presionado al periódico por mis dibujos. El editor incluso me ofreció "dialogar" con ellos para que me "explicaran"».
Mientras algunos medios abren espacios para «explicar» el conflicto, la Universidad Centro despide a una profesora por mostrar la perspectiva palestina. La pregunta queda en el aire: ¿Libertad académica o censura política?