Transcripción:
El intento de ahogar económicamente al diario es un paso más para silenciar a los medios críticos con la ofensiva en Gaza
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, mantuvo en 2022 una reunión privada en su oficina con Steve Linde, el director del periódico israelí The Jerusalem Post. Dos semanas después, en una conferencia en Tel Aviv, Linde afirmó que el mandatario le habló sobre quiénes eran en su opinión "los mayores enemigos de Israel". No mencionó a Hamás ni tampoco a Irán, sino a dos diarios: el estadounidense The New York Times y el israelí Haaretz. Netanyahu negó luego esas declaraciones, pero, durante años, no ha disimulado su aversión por los medios críticos de su país, sobre todo por Haaretz. El pasado domingo, el Gobierno israelí aprobó un boicot total contra ese diario, que implica el fin de la publicidad institucional en sus páginas, la cancelación de las suscripciones oficiales y el cerrojazo a toda comunicación con sus periodistas; es decir, la posibilidad de la asfixia económica y el silencio de las fuentes oficiales.
El ataque a este periódico es grave, pues compromete su viabilidad futura, pero "no es un caso aislado", asegura Anat Saragusti, la responsable de libertad de prensa del Sindicato de Periodistas de Israel, sino parte de un "plan maestro" para acabar con los medios de comunicación críticos en Israel. Este plan al que alude esta periodista se ha traducido también en la prohibición de emitir de la cadena catarí Al Jazeera-cuyas oficinas en Jerusalén fueron clausuradas en mayo mientras que su oficina en Cisjordania fue asaltada por militares en septiembre-, los intentos de privatizar medios públicos en Israel y una batería de propuestas que incluso permitirán cerrar sitios de Internet, "como en Rusia y en China", denuncia Saragusti.
En el caso de Haaretz, el "pretexto" para ese boicot oficial, subraya la responsable del sindicato israelí, fue un discurso en Londres del principal accionista del periódico, Amos Schocken. En el contexto de la ofensiva israelí en Gaza, el editor aludió a una "segunda Nakba"-la huida o expulsión de su tierra de 750.000 palestinos justo antes y después de la creación de Israel en 1948- y al "cruel apartheid" israelí contra la población autóctona. Luego fue más allá: se refirió a "los lucha dores palestinos por la libertad" a quienes Israel "llama terroristas".
Schoken aseguró luego en un comunicado que no se refería a Hamás y Haaretz desautorizó a su propio editor. Ello no impidió que el Gobierno, considerado el más derechista de la historia de Israel, aprobara por unanimidad ese boicot. En realidad, en marzo de 2023, el ministro de Comunicación, Shlomo Karhi, había acusado ya a Haaretz en el Parlamento de difundir "propaganda antiisraeli". El 23 de noviembre de ese año, poco después de los atentados de Hamás del 7 de octubre, Karhi presentó "una resolución muy similar" a la aprobada el domingo, subraya por teléfono el periodista israelí Oren Persico.
"El proyecto fue bloqueado entonces [por el Ministerio de Justicia, que consideraba dudosa su legalidad]. Así que estaban esperando una excusa para reactivarlo", coincide este analista, que monitorea a los medios de comunicación de su país en la revista de investigación independiente The Seventh Eye.
Para Haaretz, la decisión del Gobierno ha sido "oportunista", reza un comunicado remitido a EL PAÍS por Aluf Benn, su director, y constituye "otro paso en el camino de Netanyahu para desmantelar la democracia israeli".
Lo que organizaciones de periodistas como Reporteros sin Fronteras (RSF) consideran también una ofensiva en toda regla contra los medios críticos no data del 7 de octubre ni del inicio de la guerra de Gaza, pero sí se ha visto impulsada por esta.
El 20 de noviembre, el Parlamento aprobó el endurecimiento de la llamada ley Al Jazeera, que permitió prorrogar la prohibición de emitir en Israel a esa cadena catarí, fundamentalmente por su cobertura de lo que el Tribunal Internacional de Justicia investiga como posible genocidio de Israel en Gaza. Esa ley otorga a los servicios de seguridad la facultad de cerrar cualquier medio de comunicación que "ponga en peligro la seguridad del Estado de Israel" una "condición ambigua", critica Saragusti, que puede justificar "la clausura de cualquier medio".
El domingo, cuando se aprobó el boicot a Haaretz, el ministro Karhi, amigo personal de Netanyahu, presentó también un proyecto de ley para privatizar la cadena estatal Kan y las ra dios públicas, aprobado de forma preliminar en el Parlamento este miércoles. Si la ley se promulga y estos medios no encuentran comprador en dos años, tendrán que cerrar.
Haaretz es un diario minoritario. Solo el 5% de los judíos israelíes -sobre todo asquenazies de clase media o alta- lo leen. Aun así, es el periódico de referencia para los periodistas extranjeros "muchos responsables políticos", asevera Persico. El periódico ha cubierto de forma exhaustiva las protestas por la controvertida reforma judicial en Israel, los casos de corrupción contra Netanyahu y ahora la orden de arresto en su contra del Tribunal Penal Internacional. También denuncia con frecuencia la situación de los palestinos y defiende la solución de los dos Estados. También denuncia con frecuencia la situación de los palestinos y defiende la solución de los dos Estados. A ello se añade ahora otro agravio a ojos de la Administración israelí: la cobertura de Gaza.
Haaretz alude en sus titulares a "bombardeos israelíes" en Gaza cuando muchos medios internacionales omiten mencionar a Israel en sus títulos al describir los ataques. También publica "historias humanas" de gazatíes, destaca Persico, y "trata de traducir las cifras"- - al menos 44.000 muertos-, que también publica, "en algo que se pueda entender sobre la horrible situación de la población en Gaza, algo inaudito en los medios israelíes". Sus páginas han albergado columnas de opinión con títulos como "Genocidio o no, Israel está perpetrando crímenes de guerra en Gaza".
"La línea editorial de Haaretz generalmente ha sido sionista progresista", recalca el historiador Jorge Ramos Tolosa, en alusión a ese sionismo más moderado y secular, que aspira a un difícil -para algunos, imposible- equilibrio entre un Estado de mayoría judía en la Palestina histórica y la democracia.
Ese diario ha dado cabida a voces "muy críticas con el sionismo e incluso no sionistas", como Gideon Levy o Amira Hass, destaca el historiador. Aunque "desde el 7 de octubre de 2023 esa línea se ha endurecido y ha cerrado filas en el consenso sionista", el periódico ha difundido "algunos de los artículos más valientes" publicados hasta ahora sobre Israel y Gaza, opina.
La radicalidad de Haaretz, más que en su línea editorial, está en su independencia. Tras el discurso de su editor en Londres, uno de sus periodistas publicó un artículo en el que definía como "escandalosas" las palabras del dueño del diario.