“92 Sierra”, clave entre narcos y policías para las desapariciones


Resumen:

En los años en que Los Zetas se paseaban por Coahuila como si fueran los dueños del estado, los jefes de plaza enseñaron a los policías municipales una clave macabra: “92 Sierra”, que se usó para desaparecer y asesinar a cientos de personas, la mayoría hombres jóvenes.

Entre 2003 y 2012, ese código secreto sonaba en las patrullas y en los celulares de uniformados ante dos escenarios: la entrada al estado de un vehículo con placas foráneas o un automóvil con dos o más hombres adentro.

Transcripción:

En los años en que Los Zetas se paseaban por Coahuila como si fueran los dueños del estado, los jefes de plaza enseñaron a los policías municipales una clave macabra: “92 Sierra”, que se usó para desaparecer y asesinar a cientos de personas, la mayoría hombres jóvenes.

Entre 2003 y 2012, ese código secreto sonaba en las patrullas y en los celulares de uniformados ante dos escenarios: la entrada al estado de un vehículo con placas foráneas o un automóvil con dos o más hombres adentro.

Si una de las dos cosas ocurría, los policías que trabajaban para Los Zetas tenían que inventar una infracción de tránsito para obligar al conductor a detenerse.

Entonces fingían que comunicaban a sus superiores las placas del vehículo para asegurarse que no contara con reportes de robo.
Mentían. En realidad, llamaban a sus jefes criminales para describirles a los pasajeros y que Los Zetas decidieran su suerte: dejarlos ir o llevarlos a una casa de seguridad para un interrogatorio.

Los Zetas cuidaban a Coahuila como su guarida; estaban convencidos de que su enemigo a muerte, el cártel de Sinaloa, mandaba sicarios disfrazados de pasajeros inofensivos en carros discretos para integrar un ejército que les disputara el territorio.

Por eso inventaron la clave 92 Sierra: un filtro de seguridad ejecutado por representantes del Estado mexicano para identificar a los enemigos de los hermanos Treviño Morales y Heriberto Lozano —Z-40, Z-42 y Z-3—, líderes de la última letra”.

Desde hace nueve años las autoridades conocen esa contraseña: en el tomo 1 del expediente 109/2014 del Poder Judicial de Coahuila, cinco policías municipales de Monclova reconocen su participación en detenciones arbitrarias que se convertían en desapariciones masivas y forzadas, así como asesinatos.

En su declaración revelan el secreto Sierra 92 que todos los policías municipales conocían: “Me encontraba a bordo de mi unidad con (el policía) Juan José Martínez Hernández... recuerdo que Juan José recibió una llamada del comandante Eusebio Ramírez en donde le ordenaba que se trasladara hacia el retén de Castaños a ejecutar una orden 92 Sierra y eso significa levantar a alguien, detener”, reconoce un entonces elemento municipal de Monclova, identificado como Pedro Guedea, en un documento oficial en poder de MILENIO.

El expediente corresponde ala desaparición forzada de Héctor Rangel, Milton Aguilar e Irene Lugo, a quienes se les busca desde el 10 de noviembre de 2009; los tres desconocían las reglas de tránsito no escritas de Los Zetas en Coahuila: es un riesgo letal que viajen dos o más hombres en un vehículo con placas foráneas.

“¿Cómo iban a saberlo si ninguno estaba involucrado en actividades ilícitas?”, pregunta Brenda Rangel, hermana de Héctor, quien recuerda que los tres amigos iban a recuperar una deuda del negocio familiar de venta de ropa. ¿Cuántos jóvenes desaparecen así? ¿Por qué el crimen nos cambió hasta la forma de manejar?”.

Entidad por entidad

En Tamaulipas, la gente aprendió que hay un orden inalterable para preparar un viaje seguro en carretera: afinar el auto, revisar el clima y luego consultar en redes sociales un hashtag: 4+SDR o Situaciones De Riesgo, es decir, dónde hay balaceras o secuestros en las carreteras del estado para evitarlos como quien evade un atasco o un accidente.

Entre 2006 y 2012, la página más consultada para librar a los cárteles era Valor X Tamaulipas, un perfil en Facebook alimentado por informantes que se jugaban la vida desde el anonimato para informar por dónde rodaban las caravanas armadas.

Hoy, los 4SDR se han mudado aX (anteriormente Twitter) con activistas sin rostro que siguen dando alertas en tiempo real.

En Sinaloa, los conductores normalizaron que no se debe tocar el claxon ni siquiera para prevenir un accidente: un bocinazo a la persona incorrecta puede provocar desde una golpiza hasta un secuestro.

Lo sabe bien el gobernador Rubén Rocha, quien en febrero pasado reconoció que en su estado “es normal que te agredan por tocar el claxon”. Su admisión ocurrió luego de que un policía municipal, Benito N., fue baleado en Culiacán por pitarle a un hombre que casi lo impacta en un crucero; ese conductor distraído era miembro del cártel del Pacífico.

En Edomex, los escoltas de jueces y magistrados que trabajan en el Servicio de Protección Federal desarrollaron la destreza de conducir a tanta velocidad como se pueda en Tierra Caliente sin el cinturón de seguridad.

Lo hacen para no perder valiosos segundos por si deben huir del carro, en caso de una emboscada. Más vale estrellarse contra un árbol que ser secuestrado por La Familia Michoacana.

En Sonora, traileros y conductores se adaptaron a conducir sin ventanillas polarizadas en el desierto para evitar ser detenidos por halcones. En Jalisco, a viajar sin beber agua para no detenerse en alguna tienda o sanitario y ser víctimas de un secuestro.

En Guanajuato, a reportarse con una familia cada vez que se cruza una caseta para que sepan por dónde empezar a buscar en caso de un rapto. En Puebla, a pagar el transporte público más caro para viajar en el camión que hace trayectos directos y no en el que hace paradas en carretera.

Una “infracción” en el reglamento de tránsito del crimen se puede pagar con la vida.

Los tamaulipecos aprendieron que previo a viajar hay que consultar el hashtag #SDR para saber dónde hay secuestros Reglamento del crimen

Los cárteles tienen en tinta invisible un reglamento de tránsito que esperan que todos conozcan; ignorarlo no exime el “cumplimiento” del castigo: desaparecer o morir