Macario Schettino, al borde de un ataque de rabia, tercera parte


Resumen:

Decíamos ayer que no todos los procesos de Lawfare alcanzan los resultados esperados por sus promotores, o sea, la inhabilitación o el desprestigio del adversario en cuestión, sino que puede ocurrir lo contario, o sea, el fortalecimiento o la relegitimación del presunto imputado, en caso de que el proceso presente irregularidades y/o sea muy burdo en su desahogo de pruebas. Sin duda, este fue el caso de López Obrador.

Transcripción:

Decíamos ayer que no todos los procesos de Lawfare alcanzan los resultados esperados por sus promotores, o sea, la inhabilitación o el desprestigio del adversario en cuestión, sino que puede ocurrir lo contario, o sea, el fortalecimiento o la relegitimación del presunto imputado, en caso de que el proceso presente irregularidades y/o sea muy burdo en su desahogo de pruebas. Sin duda, este fue el caso de López Obrador.

Lo curioso de todo esto es que la mayoría de los analistas criticamos en su momento la tentativa de desafuero por ser una maniobra burda y arbitraria, incluyendo muchos críticos de López Obrador. Prueba de ello es el libro Voces contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador (2005), dónde se recogen las opiniones de más de cincuenta líderes de opinión. Y es que no hacerlo era suscribir un atropello a los derechos políticos más elementales y convalidar un acto ruin y miserable. Pero esto no significa, como piensa Schettino, que López Obrador contó con el respaldo incondicional de los intelectuales para victimizarse, pues en realidad uno de los grandes déficit de López Obrador ha sido y es carecer de un grupo de intelectuales mediáticos que lo acompañe. Prueba de ello es precisamente el presente libro, donde se demuestra de qué lado han estado siempre los principales intelectuales del país con respecto al presidente, o sea, del lado de la oposición, de los conservadores y los nostálgicos del viejo régimen, de los mercenarios cómplices de la ruina del país, incluyendo al propio Schettino.

Por cierto, hay un pasaje en México en el precipicio que exhibe claramente el modus operandi de Schettino, en este caso, acusar sin pruebas:

[López Obrador] convocó a un plantón en la avenida principal de la ciudad que acababa de gobernar, e intentó impedir la toma de posesión de Felipe Calderón. En estos dos últimos temas, existen evidencias de que jugó con la posibilidad del golpe violento, pero no logró convencer a suficientes seguidores de ello (ibid., p. 46, subrayados míos).

Y así llegamos a las elecciones presidenciales del 2006 que serán recordadas, junto con las de 1988, como las más fraudulentas y sucias de la historia reciente, como lo testimonian y documentan cientos de libros, reportes, investigaciones, etcétera. Sin embargo, nuestro autor, nuevamente, se pone del lado de los que piensan que el proceso fue limpio y transparente, por lo que la narrativa del fraude sólo fue un artilugio de López Obrador para impugnar el proceso y enlodar a las autoridades electorales. De igual modo, dice el autor, las acciones que López Obrador emprendió después de su derrota fueron medidas desesperadas y arbitrarias, como el plantón en Avenida Reforma, que sólo revelan la intolerancia del personaje y su poco aprecio por la legalidad:

Es cuando menos llamativo que sea ahora López Obrador, y su coalición, la fracción hipócrita. Este término viene del griego, en donde significa “actor”, pero su uso normal en español se refiere a quién miente, a quien engaña, a un farsante. Y eso es lo que ahora está resultando el candidato perredista, frente a una derrota que no esperaba (ibid., p. 32).

Es curioso que Schettino despache sin miramientos el tema del fraude y no diga absolutamente nada de la campaña negativa que se fraguó en contra de López Obrador en aquellos comicios, empezando por la burda propaganda repetida hasta la saciedad que sostenía que el candidato de la izquierda era un “peligro para México”. Obvio, él mismo, peccata minuta, fue uno de sus más conspicuos promotores. Siguiendo con esta lógica, para Schettino el único culpable de su derrota fue el propio López Obrador, por autoritario y soberbio. Ello explica también todo el veneno que Schettino estila contra López Obrador en los siguientes párrafos:

La doble moral de López Obrador es un asunto aún más grave por la facilidad con que él mismo se califica de tener principios. No solo eso, sino que ha dicho cientos de veces que él no miente. Mintió con los tres millones de votos, miente con el fraude informático, miente con la manipulación del PREP y miente cuando pide un conteo, voto por voto, sin pruebas para obtenerlo.

Construir la democracia no ha sido fácil en México […]. A diferencia de lo que opinan algunos colegas, a mí me parece que lo que está haciendo López Obrador es un claro ataque a la democracia. No creo que pueda llamarse distinto al intento de golpe que va construyendo, todo con base en mentiras, o en medías verdades […]. No ha podido probar, hasta el momento, ninguna de las afirmaciones que ha hecho sobre el proceso electoral. No obstante, estas van creciendo en intensidad. El 2 de julio, la elección había sido limpia (ibid., p. 35).

Para las elecciones de 2018, López Obrador llegaba debilitado después de su último fracaso en 2012, por lo que había pocas expectativas de triunfo. Sin embargo, sostiene Schettino, una serie de hechos fortuitos, como el declive del presidente Enrique Peña Nieto a raíz de la masacre de Ayotzinapa y la acusación en contra del candidato del PAN (Partido Acción Nacional) Alejandro Anaya por un presunto fraude, jugó a su favor hasta posicionarlo en la silla presidencial, o sea, según el autor, fueron más las circunstancias que los méritos del personaje los que le permitieron posicionarse. El chiste aquí es no concederle ninguna cualidad a López Obrador. Incluso, nuestro autor afirma que es un mal político, pues no supo aprovechar la mayoría calificada que alcanzó Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) y sus aliados en el Congreso durante el primer trienio de su gobierno, y en lugar de impulsar las reformas legales que ofreció se dedicó a polarizar al país:

El presidente no entiende de política, digo yo, porque es muy claro que no ha sabido construir una fuerza creciente, o al menos consolidada, que le permitiera impulsar su proyecto, sí este existe. Por el contrario, en su afán de concentrar el poder en su persona, le ha impedido a Morena convertirse en un partido político real (ibid., p. 31).

De nuevo, acusaciones sin sentido, como si el presidente no hubiera tenido desde el principio de su gestión todo tipo de resistencias y obstáculos por parte de sus adversarios, empezando por el poder Judicial, que se colocó muy temprano del lado de la oposición y de los intereses de las élites económicas, bloqueando todas las iniciativas presidenciales.

* Catedrático-investigador de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (MX). SNI III. E-mail: politicaparaciudadanos@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2369-9128


Y así llegamos a las elecciones presidenciales del 2006 que serán recordadas, junto con las de 1988, como las más fraudulentas y sucias de la historia reciente, es curioso que Schettino despache sin miramientos el tema del fraude y no diga absolutamente nada de la campaña negativa que se fraguó en contra de López Obrador en aquellos comicios