Xenofobia y chivos expiatorios


Resumen:

El reclamo de ¡Fuera gringos! al protestar contra la gentrificación apunta al enemigo equivocado.

Transcripción:

El reclamo de ¡Fuera gringos! al protestar contra la gentrificación apunta al enemigo equivocado.

Una expresión a todas luces xenófoba y, como en la mayoría de ese tipo de voces, se construye un chivo expiatorio, un sujeto en el cual depositar absolutamente toda la responsabilidad: al eliminar al chivo expiatorio, se acaba el problema.

Es un comportamiento tan antiguo como la Biblia, pero esconde un componente "muy peligroso, casi criminal". Al escalar, lleva a las peores conductas humanas: el odio, en opinión del historiador Pablo Yankelevich.

Alude a los carteles vistos en un sector de la marcha del pasado 4 de julio en el corredor Condesa-Roma del tipo "Haz barrio, mata un gringo". Y que el académico de El Colegio de México (Colmex) no descarta ver de nuevo en la convocada para hoy domingo 20, ahora en la Alcaldía Coyoacán.
Una protesta que obedecía a un reclamo legítimo y pacífico, en el que en algún punto que Yankelevich no alcanza a identificar, se entremezcló el vandalismo.

"Si lo miras en espejo es un poco lo que está sucediendo con los movimientos nacionalistas xenófobos del otro lado de la frontera", plantea el estudioso de la migración en México.

Las inseguridades y ansiedades en torno al desempleo, el narcotráfico, se depositan en los extranjeros, en los migrantes irregulares en los Estados Unidos.
Lo más simple es apuntar al extranjero aquí y allá.

"Esta mala dirección es peligrosa, ya que corre el riesgo de escalar a la violencia contra grupos migrantes vulnerables y le abre la puerta a la ultraderecha, la ultraderecha de Trump", expone el profesor Marco Antonio Molina Zamora, adscrito al departamento de Política y Cultura de la UAM Xochimilco.

Jóvenes, adultos y adultos mayores protestaron con pancartas quejándose del aumento de los alquileres, de ser desplazados y excluidos de colonias como Roma, Condesa, Juárez y Santa María la Ribera.

Al geógrafo Luis Alberto Salinas Arreortua, experto en políticas de vivienda y procesos de gentrificación, le llamó la atención ver un discurso antiinmigrante, propio de la ultraderecha, ahora vinculado a la gentrificación.

"El proceso de gentrificación no tiene que ver con nacionalidades", ataja el investigador del Instituto de Geografía de la UNAM.

Aunque promovida como la primera manifestación antigentrificación, si bien no con ese nombre, refiere que desde hace una década se han dado otras con objetivos similares como las movilizaciones de rechazo al Corredor Cultural Chapultepec.

La socióloga británica Ruth Glass utilizó por primera vez el concepto de gentrificación en 1964 para referirse a las transformaciones urbanas en el centro de Londres.

Esa es la gentrificación clásica: el proceso a través del cual un barrio habitado por una población de bajos ingresos es modificado y ocupado por una población de ingresos medios y altos, quienes a su vez -ya sea por cuenta propia o por inversión privada (agentes inmobiliarios)- renuevan las viviendas.

Del proceso de gentrificación clásica, se desprenden dos condiciones: desplazamiento de población y reinversión económica en las viviendas del barrio.

Salinas Arreortua explica la gentrificación como un proceso de transformación urbana, territorial o espacial que involucra la llegada de población de mayores ingresos, de capital cultural y económico con la sustitución de población e inversión de capital público-privado, en especial, en el sector inmobiliario y comercial.

Dedicó su tesis de doctorado al caso de la Colonia Condesa, un trabajo que desarrolló de 2009 a 2013. Uno de sus planteamientos es que desde la década de los noventa se han dado momentos de inversión dirigidos, en particular, al cambio en el uso funcional del suelo: al pasar del uso habitacional al comercial y de oficinas.

Los cambios de uso de suelo es una de las características del proceso de gentrificación en ciudades latinoamericanas, de acuerdo con autores como los británicos Ann Varley y Gareth Jones, quienes estudiaron el caso de la capital de Puebla a finales de la década de los noventa.

"La asociación de la gentrificación con extranjeros es una simplificación errónea", asevera el geógrafo de la UNAM.

Identificar al sujeto gentrificador con una persona con capital económico, joven, sin hijos y con altos ingresos que renta una habitación "calza muy bien" con el extranjero viviendo en la Condesa.

Sin embargo, reitera Salinas Arreortua, esta visión es simplista y equivocada. Deja fuera a un actor importante, lo invisibiliza: la especulación inmobiliaria, los fondos de inversión y la financiarización de la vivienda.
El factor inmobiliario

Los Fideicomisos de Inversión en Bienes Raíces (FIBRAS), surgidos en 2011, son un actor importante en el desarrollo inmobiliario en la Ciudad de México, con una mayor presencia en zonas de alto valor del suelo para proyectos de uso mixto y oficinas.

Un asunto sobre el que el investigador de la UNAM ha publicado artículos académicos en años recientes como Financiarización y gobernanza local El caso de las FIBRAS y la planeación urbana en México.

Estos fideicomisos construyen desarrollos inmobiliarios, incluyendo viviendas para población de ingresos medios y altos en áreas centrales, y participan en el mercado de alquileres. Sin embargo, también se observa su expansión en zonas de menor plusvalía, en alcaldías con clases medias y bajas.

Es el caso, por ejemplo, de FIBRA Uno con Mitikah al sur de la Ciudad de México o FIBRA Danhos, con desarrollos comerciales como Reforma 222, Parque Delta y Parque Alameda.

Propone también analizar el crecimiento exponencial registrado por las plataformas digitales de estadías cortas. Salinas Arreortua refiere que, en 2021, Airbnb ofertaba 18 mil alojamientos, mientras la cifra actual es de 26 mil. Gran parte de esa oferta se concentra en la Alcaldía Cuauhtémoc.

Cuando la oferta de alquileres transita de estadías de mediano y largo plazo a estadías de corto plazo, también incide en incrementos de los precios de las rentas y, por ende, en desplazamiento de población.

El experto en política de vivienda refuta el argumento de la economía colaborativa esgrimido a favor de Airbnb: un propietario alquila una habitación para solventar gastos comunes.
Cuando el 68 por ciento de las propiedades ofertadas son viviendas enteras: una casa o un departamento, no una sola habitación.

Argumenta que no es el dueño de una vivienda quien alquila la propiedad, sino gestores. Pone como ejemplo a la empresa Blueground, financiada por el fondo de inversión estadounidense WestCap, que renta alrededor de 240 viviendas y apartamentos tan solo en la Ciudad de México.

"La financiarización de la vivienda y, de manera particular, del alquiler de la vivienda está dando como resultado que haya distintos actores, intermediarios que están gestionando las viviendas para alquilar a corto plazo", expone el académico de la UNAM.

Estos gestores inmobiliarios, las grandes firmas inmobiliarias a través de los mencionados Fideicomisos, esos grandes capitales de inversión inmobiliaria y comercial, en Ciudad de México pueden estar adquiriendo propiedades, modificando o intensificando usos de suelo.

Por eso, insiste en que se "está juzgando" al usuario final, aunque sea solo una parte de una ecuación más amplia donde juega el gran capital.

Esas expresiones de rechazo a los extranjeros, vistas en la protesta contra la gentrificación, buscan infundir terror, decirles "vete de aquí, no eres bienvenido" con el propósito de desalentar o detener ese flujo de residentes temporales, aprecia Yankelevich.

Las expresiones xenófobas surgen cuando hay "profundas incomodidades, ansiedades y desigualdades y conflictos" y no existe una política pública.

Sin embargo, el investigador del Colmex sostiene que la xenofobia no es la norma en México. El País fue refugio de estadounidenses perseguidos por su gobierno como ocurrió con el macartismo y antes, con los opositores a la Primera Guerra Mundial.

"La solución no es eliminar la demanda", reitera el experto en la historia de los exilios y los refugios políticos en América Latina.

Cuando en el fondo lo que hay es un problema serio de vivienda. El historiador argumenta que culpar a los extranjeros por la gentrificación desvía la atención del verdadero problema: políticas y regulaciones de vivienda inadecuadas.